RIDERS, COMIDA A DOMICILIO Y CONSUMO RESPONSABLE, LA DIFÍCIL ECUACIÓN

Frente a las grandes plataformas como Glovo o Deliveroo, que acumulan quejas y demandas de los riders, surgen cooperativas de mensajeros autogestionadas y con contrato

Texto: Juan Luis Gallego

Un rider pasa junto a la Puerta de Alcalá, de Madrid. La foto es de La Pájara Ciclomensajería.

La pregunta es: ¿Conociendo las precarias condiciones laborales de los y las riders, los repartidores y repartidoras de comida a domicilio –entre otros envíos–, cuál debe ser la actitud del consumidor responsable? ¿Boicotear a las grandes plataformas hasta que cambien su política laboral, aunque ello suponga que los trabajadores vean disminuidos sus repartos y, por tanto, ingresos? ¿Utilizar sus servicios como si nada ocurriera aunque eso ayude a consagrar un modelo de negocio en expansión –la llamada uberización de la economía– que niega derechos laborales básicos?

La respuesta, sin embargo, no es tan fácil de formular, aunque este artículo es un intento de hacerlo. Aquí va un adelanto, a modo de conclusiones, de lo que leerás a continuación: no todas las grandes plataformas son iguales ni tratan de la misma forma a sus trabajadores y, en medio de esta situación, el cooperativismo ha comenzado a tejer respuestas en forma de agrupaciones de mensajeros autogestionadas capaces de garantizar condiciones laborales dignas a sus socios y trabajadores. Pero hay más matices: un nutrido grupo de riders se siente cómodo con su condición de autónomos, prefieren la actual relación con la empresa y arrancar leves mejoras en su situación antes que ser asalariados.

«Sé tu propio jefe»

La historia es más o menos conocida. Bajo reclamos como «Sé tu propio jefe. Flexibilidad de horarios, ingresos competitivos y la oportunidad de conocer tu ciudad repartiendo al aire libre», según figura en la web de Glovo, las grandes plataformas del sector –especialmente Glovo, la de mayor implantación en España, y Deliveroo–, ofrecen trabajo a miles de repartidores o riders con la condición de que se den de alta como autónomos y paguen su cuota, tengan su propio vehículo e, incluso, aporten un dinero por los materiales que les da la empresa, por ejemplo, la nevera transportadora. A partir de ahí, están casi a su completa merced. Es verdad que los riders deciden qué días y horas trabajan, pero cada uno tiene una puntuación que mejora o empeora precisamente según interpretes esa libertad, entre otros diversos factores: si estás más o menos disponible, si rechazas pedidos, si has tenido algún retraso o si recibes una mala puntuación de algún cliente. Y esa puntuación acaba condicionando, y mucho, cuántas horas y en qué momento se te asignan. «En la práctica, trabajas 12 o 13 horas al día, 7 días a la semana, para ganar apenas mil euros», dice Roberto Castro, abogado y portavoz de Free Riders, una de las asociaciones del sector.

Varias sentencias judiciales han dado la razón a los riders en su reclamación frente a plataformas como Glovo o Deliveroo admitiendo que, en realidad, eran falsos autónomos.

No hay vacaciones pagadas, por supuesto, ni tampoco bajas –a pesar del riesgo constante en que desarrollan su trabajo– y, en la mayoría de las plataformas, las esperas no se pagan: si no hay pedidos en la franja horaria asignada, no cobras. Aunque en algunas sí hay al menos un número mínimo de pedidos garantizado y, además, la mayoría te dejan trabajar para varias a la vez. Así funcionan, a grandes rasgos, la mayoría de las plataformas: además de Glovo y Deliveroo, Uber Eat o Stuart.

La excepción de Just Eat

Aunque una de ellas, Just Eat, sí se ha decidido a cambiar el modelo de relación laboral con sus repartidores. De hecho, presume de ser «la única empresa de reparto de comida a domicilio que basa su modelo en la laboralidad de los repartidores», según fuentes de la empresa. Es decir, trabaja con restaurantes que tienen sus propios repartidores y, si no disponen de ellos, se les ofrece empresas externas especializadas con las que Just Eat tiene acuerdos de colaboración. «Son trabajadores por cuenta ajena, que cuentan con un contrato de trabajo, con todos los beneficios sociales que comporta y con las respectivas contribuciones a la Seguridad Social que este régimen requiere. La modernidad no implica precariedad y eso forma parte del ADN corporativo de la compañía en España. El modelo laboral utilizado por Just Eat tiene un mayor coste y complejidad operativos para la compañía en comparación con el modelo laboral por cuenta propia (autónomos), pero demuestra su compromiso con el cumplimiento de la normativa vigente, así como su compromiso social».

De hecho, ese cumplimiento de la normativa vigente, o mejor dicho supuesto incumplimiento, ha llevado a algunas de esta plataformas, Glovo y Deliveroo especialmente, a los tribunales. No solo por parte de los riders, que en varias sentencias han visto reconocidas su relación laboral con la plataforma –es decir, eran falsos autónomos–, sino también por parte de la Tesorería General de la Seguridad Social, que ha reclamado a las plataformas, y la Justicia tienda a darle la razón, el dinero que no han cotizado por ellos.

Las pequeñas cooperativas

Precisamente de una de las asociaciones más críticas con las grandes plataformas, Riders x Derechos, surge una iniciativa que comienza a dibujar una alternativa: las cooperativas de mensajeros. La Pájara Ciclomensajería, que opera en Madrid, y Mensakas, en Barcelona, surgieron de esa asociación. Sus 5 cooperativistas en el primer caso y 8 en el segundo tienen contratos y, por tanto, derecho a vacaciones pagadas, bajas y paro si llegara el caso.

Repartidores de la cooperativa Mensakas, que opera en Barcelona y ciudades limítrofes.

Son mensajeros; de hecho, el reparto de comida a domicilio no es su principal fuente de ingresos, entre otras razones porque la lista de restaurantes con los que trabajan es aún escasa. Pero va creciendo poco a poco. Y cobran al cliente, unos 3,5 euros por pedido de un restaurante que, en el caso de La Pájara por ejemplo, no debe estar en un radio superior a los 3 kilómetros. Es, sin duda, un cambio de paradigma que reta al consumidor responsable. Y que tanto Mónica, de Mensakas, como Antonio, de La Pájara, explican más o menos así: la posibilidad de pedir comida en cualquier restaurante de la ciudad a un precio que apenas repercute en tu bolsillo y con exigentes tiempo de entrega tiene consecuencias directas en las condiciones de trabajo del repartido. La alternativa pasa, por tanto, por seleccionar establecimientos cercanos y asumir que la entrega a domicilio es un valor por el que tienes que pagar. Ambos tienen claro el papel del consumidor responsable: «Buscar una alternativa que cumpla la ley y respete los derechos de los trabajadores», dice Mónica. «Lo contrario supone apoyar un sistema de trabajo injusto», añade Antonio.

Los riders que prefieren ser autónomos

Frente a estas reivindicaciones, otros grupos de riders se han asociado para decir que no, que ellos no quieren ser asalariados, sino que prefieren mantener su actual situación de autónomos: por libertad y, algunos, también por ingresos. Es el caso de Badr Eddine, presidente de la Asociación Autónoma de Riders, y rider él mismo, que asegura haber llegado a ingresar 5.000 euros al menos –y, de hecho, ha remitido a Otroconsumoesposible.com la documentación presentado ante la Agencia Tributaria en su momento que así lo atestigua–.

En su opinión, las sentencias que han dado la razón a riders frente a las grandes plataformas se basan en las condiciones que existían en 2016 o 2017, sin tener en cuenta cómo han evolucionado hasta las actuales. De hecho, la asociación que preside –que cuenta, según Eddine, con unos 900 asociados– ha llegado a un acuerdo con Deliveroo para mejorar las condiciones de sus miembros, por ejemplo admitiendo el free logging, es decir, eliminando esos rankings de puntuación que tanto condicionan el acceso a ciertos horarios, o arbitrando compensaciones en casos de ruptura de la relación laboral sin causa justificada. Por eso, ha pedido al Gobierno, que ha anunciado una regulación de la situación de los riders, que abra un diálogo en el que también ellos, los que prefieren seguir siendo autónomos, se sientan representados. Ante esta postura, la respuesta de los partidarios del cambio de modelo es simple: que se respete la ley.