GREENPEACE DESTAPA LAS MENTIRAS DE ECOEMBES

El porcentaje de envases reciclados apenas alcanza el 25%, toneladas de residuos acaban en vertederos o en países del tercer mundo y su boicot impide la implantación de sistemas más sostenibles

Greenpeace destapa las mentiras de Ecoembes.
Depósito de residuos plásticos en la gestora de residuos Utiel Recicla, en Valencia.

Texto: Juan Luis Gallego

No es verdad. Ecoembes no es, como pretende, una organización “sin ánimo de lucro” y desinteresada “que cuida del medio ambiente” reciclando envases. Ni recicla tanto como dice, ni su sistema es el más sostenible y, aunque el ánimo de lucro no está demostrado, ejerce un monopolio sobre las empresas en el que están en juego cientos de millones de euros. Esas son, a grandes rasgos, las conclusiones del informe presentado por Greenpeace que, bajo el lema Ecoembes miente, ha destapado las fisuras del sistema (pincha aquí si quieres tener acceso al informe completo).

En una anterior entrada en esta misma web, La verdad sobre Ecoembes, hicimos hincapié en explicar otros modelos de reciclaje, en concreto los llamados SDDR (Sistema de Devolución y Retorno) –básicamente, devolver el envase en tienda y recuperar así el sobreprecio pagado al comprar el producto–, como alternativa, mejorada, al actual sistema e instrumento más adecuado para acercarnos al objetivo de ‘residudos cero’. Y dimos también oportunidad a Ecoembes de confrontar sus argumentos frente a sus detractores.

Ahora es Greenpeace quien tiene la palabra. Lo que sigue es un resumen de la conversación mantenido por Otroconsumoesposible.com con Julio Barea, doctor en Geología, Máster en Gestión de Tratamiento de Residuos y responsable de campañas de Consumo y Biodiversidad en esta ONG (quien resume en este link cinco supuestas mentiras de Ecoembes).

Recordemos primero, grosso modo, cómo funciona el actual sistema. Las empresas tienen la obligación, por ley, de hacerse cargo de los envases que ponen en el mercado; es decir, puedes vender un refresco pero es responsabilidad tuya que esa lata no acabe en el mar. Por eso, todos esos envases llevan un llamado punto verde que demuestra que han pagado una cuota por lanzarlo al mercado, cuota que decide y recauda Ecoembes –formada por las principales empresas del sector precisamente con este objetivo–. A la ciudadanía –que, por cierto, paga ese punto verde al comprar el producto– le toca separar esos residuos para que, una vez en el contenedor amarillo, su recogida permita su reciclaje. El dinero recaudado por Ecoembes con ese punto verde sirve para pagar a los ayuntamientos el esfuerzo empleado en esa recogida. Veamos ahora, con la ayuda de Julio Barea, las graves grietas del modelo.

¿Cuántos envases se ponen en el mercado y cuántos realmente se reciclan?

“Esas son dos incógnitas irresolubles”, fundamentalmente porque no hay forma de controlar las cifras que facilitan Ecoembes y las empresas y que los estudios de algunas administraciones ya han demostrado falsos. Consecuencias: las empresas se ahorran dinero, al pagar el punto verde por los envases declarados pero no por todos los fabricados; y los porcentajes de reciclaje de los que presume Ecoembes son falsos. Mientras ellos aseguran que se recupera el 80%, Greenpeace sitúa la cifra en torno al 25%. El resto es el que vemos cada día en calles, campos, playas y mares y cuya recogida, por cierto, pagamos con los impuestos de todos. Por eso Greenpeace pide la creación de un observatorio, un organismo independiente, que audite los datos reales sobre generación y recuperación de envases.

Greenpeace destapa las mentiras de Ecoembes
Residuos plásticos abandonados al aire libre en un paraje natural de Mallorca.

¿Todo lo que acaba en el contenedor amarillo se recicla?

Según los cálculos de Julio Barea, aproximadamente solo la mitad. Las botellas de PET de colores (algunos productos del hogar, por ejemplo), los envases de menos de 10 centímetros (yogures), y los briks multicapa (solo el cartón, que supone el 75% del envase, es reciclable) son material de rechazo en estas plantas. El sistema, además, no permite que otros plásticos de buena calidad, como juguetes, cepillos de dientes o cubertería, sea depositado en el contenedor amarillo. Según Greenpeace, el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico calcula que más del 40% del material recogido en los contenedores amarillos es rechazado en las plantas de separación.

¿Dónde acaba ese 60% de plástico rechazado?

Los residuos que salen de las plantas de selección, mezclados con otros flujos de residuos, van pasando por distintos gestores que se quedan con lo que es rentable. Hasta que llega un momento en que, para que alguien se quede lo que nadie quiere, Ecoembes paga a empresas recicladoras para que se lo lleven. Toneladas de este tipo de residuos se acumulan en estos momentos en plantas como las de Utiel (Valencia) o Riaza (Segovia) esperando un destino incierto. El Seprona calcula que al menos el 15% de los incendios producidos en este tipo de empresas son intencionados: una forma de deshacerse de los residuos que, según ha comprobado Greenpeace, se completa a veces con el volcado en vertederos ilegales o el envío de contenedores de basura a países del tercer mundo como Malasia o Ghana, donde las posibilidades de reciclaje y reutilización son aún menores.

¿Realmente es Ecoembes una organización sin ánimo de lucro?

Difícil responder a esta pregunta, pero hay ciertas certezas. Cuantos más envases de usar y tirar se consuman, más ingresos obtiene Ecoembes, que en 2018, por ejemplo, ascendieron a 578 millones de euros. El 90% procede del pago del punto verde y el resto de la venta de materiales. Ecoembes asegura que ese dinero va destinado a pagar a los ayuntamientos el gasto que les supone la recogida de sus envases y a campañas de concienciación. Pero no hay una absoluta transparencia al respecto. Sí se sabe, según Greenpeace, que ese mismo 2018 los diez miembros de la junta directiva de la entidad cobraron una media de 211.000 euros al año (frente a los 83.000 por ejemplo, del presidente del Gobierno).

¿Por qué se opone Ecoembes a la implantación del modelo de devolución y retorno que ha demostrado su eficacia en otros países?

Las económicas, como apuntamos en el apartado anterior, pueden ser una de las razones. También el deseo de mantener un monopolio que les permite manejar ingentes cifras de dinero en condiciones decididas prácticamente sin control externo alguno. Y cree Julio Barea que hay incluso reticencias personales a dar el brazo a torcer y acabar reconociendo que, efectivamente, el sistema Ecoembes es más caro y contaminante que el modelo de devolución y retorno al que lleva años oponiéndose.

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